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Estadio Fiscal de Ovalle: sitio arqueológico de la cultura diaguita

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Cultura diaguita


Los diaguitas chilenos habitaron las regiones de Coquimbo y Copiapó, conocidas como norte chico. Se distribuyeron en los valles de Copiapó, Huasco, Elqui, Limarí y Choapa, en sus sectores precordilleranos y en áreas de interfluvio (Ampuero, 1978: 6).

Ricardo Latcham fue uno de los primeros investigadores en señalar que el pueblo diaguita habitó esta zona, e identificó el 'kakan' como su lengua común, a partir de las referencias de las crónicas españolas durante la conquista (1936: 52).

Estas definiciones fueron retomadas por Francisco Cornely, quien situó geográficamente los asentamientos de este pueblo y señaló rasgos históricos de su tradición y producción alfarera. Definió además, las fases de las cerámicas de acuerdo a sus diseños, instrumentos y formas de las tumbas.

Los grupos que habitaron el interior de los valles se dedicaron a la agricultura, a la crianza, y a la caza de animales; los de zonas costeras a la recolección de mariscos y a la pesca, para lo que utilizaron redes, anzuelos, arpones, entre otros instrumentos (Cornely, 1966: 20).

Producción alfarera

Francisco Cornely distinguió tres fases en la producción alfarera de los diaguitas: arcaica, de transición, y clásica de influencia incaica (Cornely, 1966: 21). Posteriormente, el investigador Gonzalo Ampuero retomó las propuestas de Cornely, y presentó una distinción por fases, en las que sostiene la influencia incaica e hispana de las cerámicas.

Esta fue la descripción inicial:

Fase arcaica: sus características cerámicas las representó el cementerio ubicado en la quebrada "Las Animas" del Valle de Elqui. Sus rasgos más relevantes son las formas sublogublares o esféricas. Están decoradas con motivos geométricos simples en el interior, en tres colores básicos: rojo, negro y blanco.

Fase de transición: la decoración y las formas de la cerámica en esta etapa difiere de la anterior por la influencia del pueblo costero peruano de los "chinchas", que postuló Latcham y aceptó Cornely.

Las piezas tienen énfasis en los diseños geométricos de la decoración, bordes elevados con una tendencia vertical, aunque todavía redondeados, y las formas de sepultación son más complejas (Ampuero, 1978: 24).

En el sector 'El mirador' del Estadio Fiscal de Ovalle, fueron hallados objetos de la fase diaguita II, y otros que muestran objetos de la etapa de intercambio cultural inca (Cantarutti et al, 2004).

Fase clásica: los platos decorados son de mejor factura, con bordes rectos y bases redondeadas, algunos con representaciones antropoformas, que ya se conocían en menor escala en la fase anterior. La metalurgia alcanzó mayor desarrollo, y los ritos mortuorios aumentaron su complejidad.

Cornely detectó la influencia inca, con la introducción de formas típicas de la cerámica cuzqueña, con un progreso en la metalurgia y un intercambio cultural de los estilos utilizados por los artesanos y artesanas diaguitas, los que reflejaban un proceso de transculturación (Ampuero, 1978: 27).

Las cerámicas producidas durante la fase inca en gran parte del norte semiárido comúnmente han sido consideradas como un bloque homogéneo, englobado bajo la etiqueta de cerámica "diaguita inca" (Ampuero 1989, 1994).

Se aceptó que esta cerámica sería expresión de un proceso en que la tradición alfarera local adoptó formas y diseños provenientes del Cuzco, pero con elementos diaguitas locales.

Gabriel Cantarutti y Rodrigo Mera refutan que el aporte cuzqueño sea el más frecuente en la cerámica diaguita de la fase inca encontrada en el sitio Estadio Fiscal de Ovalle, ya que la producción alfarera incorpora influencia de grupos locales (Cantarutti et al, 2002).

Fases definidas por Ampuero

El investigador Gonzalo Ampuero retomó y profundizó los estudios de Cornely, y propuso nuevas descripciones acerca de las etapas de esta cultura, las que denominó como fase I, II y III.

Fase I: Se caracteriza por un estilo cerámico de platos con formas subglobulares, profusamente decorados en su interior, predomina el color rojo de base, sobre el que se pintan motivos geométricos sobre bandas blancas, con diseños en rojo y negro.

Fase II: Corresponde al momento más brillante de la cerámica diaguita, por lo que se le ha llamado el período clásico. Se amplía la variedad de motivos de la Fase I, los que se aplican sobre los mismos diseños de platos, urnas y jarrones pero con formas humanas y de animales de distintos tamaños.

Fase III: Corresponde al momento en que este pueblo es invadido por los Incas y posteriormente por los españoles, por lo que mezclan los diseños y motivos. Se encuentran formas incaicas con triángulos, cuadriláteros y reticulados, en jarros con asas verticales para usos cotidianos y religiosos (Ampuero, 1994: 37-48).

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